Mujer feliz

Le sonreí a la muerte mientras sobre mi cara parecía que hubiera caído un devastador aguacero bogotano. Con carácter , y llevándome los puños hacia las caderas, le dije que no le temía y que si un día volvía de visita sin tener tiquete de entrada, la invitaría un café cargado, le daría un abrazo y la dejaría ir como he dejado ir todo lo que me duele. 

Estamos tan rotos que creemos que no es posible vivir una vida en plenitud 


Después de escuchar esta frase dentro de mi cabeza, tras reflexionar sobre cómo se vive en el mundo ahora, me di cuenta que esta sensación de derrota la tenemos muchas personas y muchas de ellas hacen parte de mi círculo social. 

Muchas de las personas que más quiero se quieren morir. Es para mí a veces hasta impensable que personas tan valiosas y talentosas no le vean ningún sentido a abrir los ojos diariamente. Pero me acuerdo que estuve allí, que fui esa persona. 

Unos quieren morir en un sentido muy literal y otros en un sentido espiritual. Los primeros, no le ven ningún sentido a nada, no encuentran razón para seguir vivos ni creen tener la fortaleza para soportar más el dolor que les produce el intento fallido de vivir. Y los segundos, quieren morir a lo que son, a lo que han sido en toda su existencia, a eso que ya no los representa, a eso que heredaron y nunca pidieron, a eso que no los hace lo que realmente son. Pero en ese camino todos se dan cuenta que son cobardes, que hasta para morir se necesita valentía. 

Les produce asco la humanidad, odian a todo el mundo, creen que todo está perdido y que perdernos como humanidad es lo mejor que nos puede pasar; que el cambio ya no es posible y que la vida misma se encargó de sabotear todos sus sueños. Están mamados del positivismo tóxico y de la gente tirando flores y cantando canciones de paz creyendo que no pasa nada, que todo está bien. 

Entonces me pregunto: ¿qué tanta atención le prestamos a nuestra salud mental? Y me aparecen un montón de publicaciones en redes sociales sobre cómo cuidar la salud mental, sobre la importancia de ir a terapia, sobre cómo controlar la depresión, ansiedad y otras enfermedades mentales y digo: ¿esto será algo que desató la pandemia? Pues no, realmente creo que se hizo más evidente, que estar tan cerca de nosotros mismos hizo que explotara la olla a presión y que desde hace mucho tiempo vivimos con vergüenza y en silencio esos pensamientos nefastos de desesperanza. 

¿Cómo sacar de nuestro sistema toda esa mierda que nos agobia? Materializar y convertir toda esa mezcla de emociones en arte. Esa fue mi respuesta y supongo que cada uno tiene la suya o anda buscándola. Porque sí, amigos, somos muchos en busca del camino. Supongo que sí, que todos debemos asistir a terapia, que todos necesitamos ayuda, ser escuchados, ser entendidos y amados. Y también, creo que nadie puede vivir ese desaliento en solitario, que aunque creamos poder con todo, no siempre resulta cierto, ni resulta fácil aceptarlo.

Yendo a terapia y haciéndome cargo de todo esto que me pesa y que a veces me hunde, entendí que todo problema tiene su raíz. Es bastante difícil entrar y darse cuenta que tus problemas son efectos de tus decisiones, incluso de decisiones que no tomaste sino que alguien más tomó por ti, pero que a fin de cuentas solo tú puedes responsabilizarte y hacerte cargo.

Me di cuenta que gran parte de mi vida he juzgado mi pasado y que ahora debo honrarlo aunque no lo entienda del todo, aunque cueste y duela. Sanar duele pero es necesario, no podemos seguir viviendo nuestras vidas con base en emociones del pasado y con emociones que nos hicieron mucho daño y que nunca atendimos. ¡Es hora de avanzar!

Escribiendo esto, sentada en un parque del centro de Bogotá mientras escucho los boleros favoritos de mi abuela con una paz indescriptible, creo que todo deja de pesar cuando se entiende y se asume y que aunque uno vea todo turbio, la oscuridad, el silencio y la incertidumbre también ayudan a mirar hacia adentro, nos ayuda a ponernos en frente de lo que más nos asusta: nosotros mismos, el miedo a conocernos y afrontarnos. Y que será nuestra propia luz, esa luz intocable que tiene uno muy guardada en el fondo, la que guíe el camino incierto, inesperado y precioso hacia la plenitud.

Abrazo y luz para sus días

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